La ira
Se colaron furtivos en nuestras almas a través de los jirones del desencanto.
Primero susurraron todo aquello que deseábamos escuchar.
¡ Era tan fácil ilusionar !
Si. Es cierto.
Nos devolvieron la esperanza.
Era posible un mundo distinto, era posible un mundo donde no tuviera cabida todo lo que nos había hundido.
Y les entregamos nuestra confianza con los ojos cerrados.
Creímos sus palabras, sin percatarnos que sus máscaras semejaban los rostros amables de compañeros y amigos.
Y se nos borró el recuerdo de que todo aquello ya habíamos vivido.
Todo lo que en tiempos lejanos vieron los ojos de nuestros padres.
Cuando gritaban desde la tribuna de oradores.
Cuando callaban las voces de la prensa que no les eran fieles.
Cuando prometían entregar al pueblo lo que pretendían robar al pueblo.
Cuando dejaron de llamar «judios» a enemigos y empezaron a llamarles «casta»
Cuando el desprecio hacia lo distinto fue su bandera.
Cuando sigilosamente, bajo caretas de fiesta, encerraron los llantos de su cruces gamadas en círculos.
Y gritaron.
Ahora es el tiempo.
Ahora PODEMOS.
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